En el Amazonas.. la historia de dos misioneros que nunca se conocieron.
- Roberto Espinosa
- 27 ene 2022
- 4 Min. de lectura
En el corazón de todo misionero existe el ardiente deseo de ver almas convertidas. Tocar puertas, ir cada vez más lejos y ver no pocas almas salvas y añadidas a la iglesia. Su corazón arde la visión de una congregación grande llena de redimidos para presentarlos a Dios como ofrenda y así entonces cumplir el propósito de su vida con regocijo.

Sin embargo, la vida del misionero es solitaria al principio. Los retos son numerosos, el hospedaje, la comida o falta de estos. El idioma, las costumbres, tanto que aprender desde cero, en ocasiones es un reto que parece mayúsculo. Lejos de casa, de la familia, de la iglesia, de los amigos más cercanos... no debe subestimarse. Los corazones ajenos a Dios, las costumbres y tradiciones del mundo solidificadas alrededor de la sociedad entera, la religión tan arraigada, y la sencillez de nuestro mensaje de esperanza y amor divinos, como si fuéramos más que extranjeros, sino extraños de otro planeta, las personas no reciben el mensaje con avidez y gratitud.
Mucho esfuerzo y trabajo arduo contra unos pocos convertidos. Largos años para lograr solo un poco de la visión inicial. No en balde dice la escritura "Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla" Salmo 126:6
Como si escavara para un pozo, con tan solo los puños. El misionero se propone no parar cueste lo que cueste. Algunos miran de lejos la grandiosidad de la visión y se conforman con estar arando el terreno para otros misioneros que vienen detrás.
Y es esta tarea, la de preparar el terreno para otros, que es igual de noble que llenar de discípulos un auditorio grande, o preparar hombres y mujeres para el ministerio a montones. Por eso mismo dice "Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas".
La tarea de sembrar y cosechar es necesario considerarla como un trabajo en equipo entre generaciones diferentes. No cabe duda que nosotros estamos cosechando en el terreno que otros araron ya. "Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores" Juan 4:38
Esta es la razón que he escogido esta historia de un misionero en Venezuela para iluminar esta realidad, con la finalidad de animarles en su trabajo y dedicación por el Reino.
Por Clint Vernoy, misionero
En un lugar del Amazonas sin electricidad o agua del grifo, nuestro único contacto con el mundo exterior era una pequeña radio de onda corta y la avioneta de la misión que venía dos veces por mes. Nos habíamos mudado muy dentro en las amazonas después de haber trabajado en las ciudades de Venezuela como misioneros por algunos meses.
El contraste era impactante, antes trabajando en la ciudad y ahora en lo más profundo de la selva. Dios nos había dado una hermosa oportunidad de vivir en la aldea de Chajurãna. Al llegar allí vivimos en la casa de un indígena. Nos tomo casi seis meses apenas construir la obra negra de nuestra choza. Los primeros meses después de llegar fueron muy difíciles. Mi esposa, mi hijo y mi hija enfermaron de malaria. Todas las dificultades eran algo nuevo para nosotros viviendo en una aldea con tan pocas comodidades modernas. Mucha gente nos decía cosas como ¿Por qué ir allá? o, ¿Es realmente necesario? Nuestra frase cada vez que algo iba mal era "Es la voluntad de Dios que nosotros estemos aquí, así que..." después de unos meses uno de los cristianos de nuestra aldea nos invitó a acompañarlo a otra aldea río arriba donde vivía algunos de sus familiares.
Cuando llegamos allá, me dejaron solo en la aldea mientras que mi amigo fue a visitar a sus familiares. Nadie en la aldea se me acercaría, pues era yo un extraño. Si gente hubiera venido a mí, no podía hablar su idioma. Empecé a preguntarme, ¿qué estoy haciendo aquí? parecía como si no tuviera propósito. Pero Dios, tenía otro plan.
Finalmente, una jovencita vino caminando hasta donde yo estaba y para mi sorpresa, ella me habló. Un amigo de Chajuraña tradujo para mí. ¿es usted misionero? me preguntó la muchacha. Sorprendido por la pregunta le dije "si lo soy". Ella entonces me preguntó, ¿es usted misionero evangélico o misionero católico?, yo le respondí "soy un predicador misionero evangélico". Ella entonces me pidió que la acompañara a su casa porque su abuela quería hablar conmigo. Los dos seguimos a la muchacha hasta la choza de paja donde nos encontramos con su muy anciana abuela. La anciana procedió a hacerme las mismas preguntas. ¿es usted misionero? me preguntó. Le respondí "si lo soy". Al preguntarme lo mismo me pareció un juego, parecía como si hubiera alguien grabando ocultamente y todo fuera una broma. ¿Es usted misionero evangélico?, yo le respondí "si lo soy". Una vez que la anciana se aseguró quien era yo, ella comenzó a decirme su historia.
Dijo, yo soy de Brasil, se que pronto voy a morir, así que, vine a ver a mi familia hasta aquí pues hacía mucho que no los veía, para poder despedirme de ellos.
Cuando lo vi allá afuera tenía que saber quien era usted. Cuando yo era una niña, un misionero visitó nuestra aldea una vez y nos enseñó muchas cosas. El no hablaba nuestro idioma muy bien y yo era muy pequeña así que no recuerdo mucho de lo que él dijo, pero recuerdo muy bien que el misionero dijo: Que había un hombre que también era Dios y que ese hombre me amaba y había muerto por mí.
Entonces ella mirándome con mucha seriedad y honestidad, me preguntó ¿sabe usted esa historia? Con ojos llenos de lágrimas le conteste “Si yo conozco esa historia”, ¿ella me preguntó “Me puede decir porque él murió por mí y podría decirme Su nombre?", y le respondí "Si, si puedo. Su nombre es Jesús", y por la siguiente hora le conté la historia de Cristo y porque él vino al mundo para para morir y resucitar de los muertos. Esa mujer se convirtió en mi hermana en esa misma hora. Yo regresé a la canoa y vine de vuelta a casa en nuestra aldea.
Dos semanas después ella murió, fue al cielo, y esta viendo a Aquel que la amo tanto que murió por ella y ahora ella conoce su Nombre... y El conoce el de ella.
Tomado de Nations magazine tomo 221.




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